sábado, 29 de noviembre de 2014

San Pedro de la Paz y sus 410 años de Historia.

Madrugada del 23 de diciembre de 1598. El gobernador de Chile Martín García Oñez de Loyola, sobrino nieto de san Ignacio de Loyola, casado con una de las altas representantes del mundo incásico – Beatriz Clara Coya – duerme junto a sus tropas dirigiéndose hacia Angol a sofocar algunos alzamientos indígenas de la zona. Acampa a orillas del río Lumaco, donde la bruma mañanera se transforma en una trampa mortal. Los araucanos dirigidos por las tropas expedicionarias de los caciques Pelantaru y Anganamón atacan sorpresivamente a las huestes del gobernador el que, tras breve refriega, muere.

Martín García Oñez de Loyola.
Era la segunda vez en el siglo XVI – el primero fue Pedro de Valdivia (1553) – que la más alta autoridad hispana en Chile moría bajo las lanzas y flechas de la gente libre de Arauco. Tras ese suceso, victorioso para los araucanos, devino el desastre para los españoles: Angol, Imperial, Osorno, Valdivia son despobladas y destruidas. Misma suerte corren los fuertes de Arauco, Tucapel y Purén. Villarrica es sitiada por tres años, muriendo todos sus moradores de hambre. Concepción es despoblada y destruida. Los hispanos que sobreviven huyen a Maullín, Chacao, Castro y, por supuesto, a Santiago. De este modo, la presencia española corrió grave riesgo de desaparecer, situación agravada por las correrías de los hermanos Baltasar y Simón de Cordés (corsarios holandeses) quienes destruyeron Castro, la que sólo se libró del desastre total gracias al auxilio oportuno del coronel Francisco del Campo. Tres gobernadores interinos sucedieron a Oñez de Loyola, pero fue el cuarto el que marcó su huella en la historia de la zona de la Baja Frontera: Alonso de Ribera y Zambrana, militar experimentado en las guerras de Flandes (Bélgica). Una vez en Chile, logró reformar el ejército, consiguiendo recurso de la corona (vía Lima), lo que le permitió crear entre otras obras, una línea de fortificaciones a orillas del río Biobío entre 1601 y 1604. Fue, precisamente, en este último año que fundó el fuerte de San Pedro de la Paz. Anteriormente, de Ribera fundó los fuertes de Colcura (San Miguel Arcángel, 1602), Lonquén (1602), y Rere (Jesús de Huenuraqui, 1602); el fuerte del cerro Chepe (1603), Santísima Trinidad y Espíritu Santo (construidos en 1585, reconstruidos en 1603) a la altura del río Tabolevo (Santa Juana), Santo Árbol de la Cruz (Los Ángeles), Nuestra señora de Halle (1603, confluencia del Biobío con el Laja) y Santa Lucía de Yumbel (1603, antiguo San Felipe de Austria de 1585). Más tarde (1613) de Ribera, en su segundo mandato, fundó el fuerte de Negrete que terminó así de unirse al sistema de defensa hispano.

Al centro, Alonso de Rivera.
En cuanto al fuerte de San Pedro de la Paz, único fundado en 1604 (hace 410 años), éste tuvo un devenir particular. La empalizada, cuya ubicación exacta nos es hoy desconocida, permaneció con una guarnición de aproximadamente 20 soldados, en cuyo interior se erigió una capilla que alojó a la imagen de Nuestra Señora de la Candelaria. Cumplió su deber de defensa hasta 1655, cuando debió ser despoblado por el alzamiento de ese año. Permaneció sin mayores sobresaltos una vez repoblado hasta inicios del siglo XIX, cuando la Guerra de Independencia (1813 – 1818) nuevamente le hizo protagonista de ese conflicto bélico. Pero sólo en la etapa siguiente a dicho conflicto, la llamada Guerra a Muerte (1818 – 1832) adquirió nuevo protagonismo al ser víctima de los ataques del coronel Juan Manuel Picó (rebelde realista, aliado de Vicente Benavides) quien lo destruyó. Tras ese suceso, el fuerte fue reconstruido, pero cayó tras el terremoto y maremoto de 1835. Reconstruido nuevamente, ayudó en la Guerra Civil de 1851 y 1859, estando por ese entonces prácticamente con 1 o 2 soldados de guardia. Tras la lucha fratricida, los anales de la historia pierden la huella del fuerte, más no el del dilatado poblado rural. San Pedro reaparece nuevamente a fines del siglo XIX, cuando como consecuencia de la construcción del ferrocarril privado (no estatal) que unió Concepción con Curanilahue (1885 – 1890) se convirtió en uno de los pueblos que alojó a los cientos de obreros carrilanos de dicha obra, especialmente mientras duró la construcción del puente de acero. Desde entonces San Pedro Viejo existe en dicho lugar, allende el magnífico puente ferroviario.

Puente ferroviario sobre el río Biobío (1889).
El siglo XX vino en entregar algunas oportunidades a dicho poblado. Primero, siendo por entonces parte del Departamento de Coronel (1927 – 1976), se convirtió en sitio de paso obligado hacia Concepción gracias a la construcción del Puente Biobío (Puente Viejo, 1943), y el Puente Juan Pablo II (Puente Nuevo, 1974). A ellos se sumó el Puente Llacolén (2000). Se espera la inauguración del Puente Chacabuco (2010). Así, el crecimiento urbano e industrial de la zona le llevó a luchar por su independencia administrativa de Concepción, comuna a la cual perteneció hasta el 29 de diciembre de 1995. Tras el terremoto del 27 de febrero del 2010, San Pedro de la Paz se ha convertido en un atractivo centro habitacional y empresarial, sus avances en infraestructura, sus nuevas poblaciones, la existencia de millonarios proyectos de mejoramiento vial, ferroviario, inmobiliario e industrial, le han convertido al día de hoy en una de las comunas más importantes de la provincia de Concepción, lo cual se ha logrado tras 410 años de historia en la cual podría decirse que el común denominador es el mismo: la búsqueda del desarrollo y del bien común de sus habitantes.