domingo, 7 de agosto de 2016

CON NOMBRE Y APELLIDO: FAMILIAS Y FRONTERA PENQUISTA.

Para nadie es un misterio que Concepción es una de las tantas ciudades dentro de un pasado ligado a la Frontera, nombre que se ha dado a nuestro territorio como una forma de perpetuar la existencia de una realidad cultural alterna a la de otros centros urbanos y/o zonas geográficas de Chile, sobre todo haciendo alusión a nuestro pasado bélico y a la diferenciación que se quiso hacer entre el mundo hispano versus el área dominada por los araucanos (llamados mapuches desde fines del siglo XIX), y más tarde durante los albores de la república, diferenciándolo entre el área donde vivían los chilenos versus lo habitado por los indígenas.
En ese contexto, en épocas de la Conquista y la Colonia, una de los modos de diferenciación respecto del mundo aborigen por parte de los españoles y sus descendientes (criollos) fue hacer gala y ostentación de uno de nuestros únicos “bienes propios”: el apellido. Por tradición, los españoles – particularmente dentro del concierto de la Europa de la Edad Moderna – fue el reino donde se dio más importancia a esta cuestión, lo que ha quedado en el inconsciente colectivo, algo que el padre Gabriel Guarda llamó el prurito nobiliario.

“Que trata sobre los orígenes de los apellidos…”
Los apellidos surgen en Europa (España incluida) entre los siglos XII y XIII de nuestra era, por la necesidad de identificar a individuos que tenían el mismo nombre propio, por ejemplo, Gonzalo, Enrique, Pero (Pedro), Sancho, etc. De esta situación nacen los apellidos patronímicos, es decir, que su raíz es un nombre propio (de pater = padre). Así, Gonzalo derivó en González (“hijo de Gonzalo”), Enrique en Enríquez, Pero en Pérez, Sancho en Sánchez, etc. Del mismo modo, surgieron apellidos ligados a oficios (Herrero/a; Zapatero; Cantero, etc.), partes o características del cuerpo humano (Oreja, Cabeza, Rubio, Delgado, etc.), accidentes geográficos (Valle, del Río, Montaña, etc.), cuestión que fue común denominador en otros idiomas; por ejemplo: Rivera en castellano, Ribeira en gallego, Ribera en catalán, es lo mismo que Ibarra en vasco, pues hace alusión a lo mismo: una ribera de río. Con el descubrimiento de América (1492) y la consecuente migración hispana a nuestro continente, esta tradición pasó a este lado del Atlántico, incluyendo en ella a los escudos de armas que los identificaban.

Escudo del I Marqués de Taracena, el capitán don
Carlos de Ibarra y Barresi (1587 - 1637), que, pese al alcance de nombre,
nada  tiene que ver con el autor de este artículo.
Aquí cabe hacer una acotación importante: suele decirse (y ofrecerse comercialmente el día de hoy) un escudo de armas ligado a un apellido. La verdad es que, si bien hay escudos para casi todos ellos, esto no implica que el que aparezca dibujado en un libro o en internet sea el suyo o el mío: es el de una familia, generalmente de origen noble (a veces o no), que recibió el escudo en merced (“regalo”) de parte del rey o del señor feudal como un símbolo que lo identificara socialmente. La pregunta es: ¿desciende usted de esa familia que tiene ese escudo? Si bien en tiempos donde surgieron los escudos de armas estos fueron manufacturados por familias de todos los estratos sociales, con el tiempo esta labor quedó reservada a la nobleza. De cualquier modo, para llegar a saber si corresponde a una familia debe realizarse, sí o sí, una investigación genealógica, esto es, averiguar el nombre y procedencia de sus ascendientes (ancestros), y recién ahí comprobar si existe algún nexo con el escudo de armas. Por ende, que no le pasen gato por liebre. En esta labor ayuda mucho en Chile lo hecho por la Iglesia de los Santos de los Últimos Días (“mormones”) que han digitalizado mucho material (www.familysearch.org). Ellos tienen microfilmados los libros donde parroquiales donde se registraron los tres eventos vitales manejados por la Iglesia Católica: bautismo, casamiento y sepultación (entierros). Igualmente, existen sitios web de grupos dedicados seriamente a la investigación genealógica, caso de chilegenea (de Yahoo! Groups), y otros que ya tienen una buena base de datos disponible on line (www.genealog.cl; www.genealogiachilenaenred.cl).

El caso de los apellidos en Chile.
Como bien es sabido, en Chile el apellido más común es González. Pero una cosa es decilo y otra comprobarlo. El patronímico González, encabeza la lista de los 15.041 cognómenes que existen en nuestro país (al 2011). En una estadística elaborada por el Servicio de Registro Civil e Identificación (2008), los González eran 741.388 personas, seguidas por los Muñoz (578.673), Rojas (413.897), Díaz (410.802) y Pérez (326.867), cifras bastante confiables si consideramos que la base de datos de la cual salió la información contaba con una “muestra” de 15.208.580 de individuos. Cabe señalar que según cálculos de la misma institución 8.208.975 personas se han inscrito con el apellido González desde 1885 – fecha de creación de esta repartición estatal – hasta el 2011.

Los apellidos de la zona penquista.
Según un estudio de la misma institución (2011) en base a los nacimientos inscritos ese año, en la región del Biobío hubo 478 Muñoz, 331 González y 102 Sepúlveda, seguido por 215 Jara, y 204 Riquelme. Por extensión, se determina que éstas son las familias más numerosas en Concepción, capital regional.
De los González y su historia, podemos decir que existen varias ramas de este apellido. Según el sitio web www.genealog.cl, administrado por Mauricio Pilleux, a nuestra zona llegaron los González de Rivera (remontada al siglo XVII) y los González de las Barreras (siglo XVII) ésta última oriunda de Tortosa (Cataluña) contando entre sus descendientes a algunos diputados, ministros de Estado e importantes hacendados, todos los cuales enlazaron por matrimonio con otros clanes de igual situación socioeconómica tales como los Urrejola, los Urrutia Mendiburu, y los Martínez de Rozas, entre otros, contando con numerosa sucesión. Como la familia en sí es tan grande, determinar algún grado de parentesco de los lectores de este artículo con estas dos familias dependerá de una investigación.

Escudo en piedra de una familia de apellido González en España
que fue beneficiada con la confección de dicho escudo.
Entre los Muñoz de Concepción, está Francisco Muñoz de Torre, madrileño de Ranera, Guadalajara, y quien llegó en 1692 con el Oidor (integrante de la Real Audiencia) Diego de Zúñiga. De este Muñoz descienden los Marqueses de Bella Vista. Falleció en Concepción cuando la ciudad estaba sita en Penco.
Los Sepúlveda de la zona, descienden de la familia de origen sevillano Leiva Sepúlveda, afincada en Chillán y ramificada en la región. Llegado en 1583, Antonio de Leiva Sepúlveda es considerado el antecedente más antiguo de este apellido en Chile, aunque claro está, no es el fundador de todas las familias Sepúlveda del país ni de la zona. Estos Sepúlveda han aportado con miembros en el ejército, la Corte Suprema, religiosas, entre otras actividades.
En cuanto a los Jara, las familias más antiguas de este apellido en la zona se remontan al siglo XVII, liderados por don Francisco Martínez de la Jara Villaseñor de una parte, y la descendencia de Domingo de la Jara González de la Rivera por otra. Entre ellos hubo soldados, diputados, comerciantes, entre otros oficios.
Por último, en este breve resumen, ha de mencionarse a la importante familia de los Riquelme, cuyos orígenes nos hacen viajar a la Sevilla del siglo XVI, con la llegada de Francisco Riquelme de la Barrera a Chile, y quien se asentó en Chillán. Entre sus descendientes está María Isabel Riquelme Meza, madre de Bernardo O’Higgins, prócer de nuestra independencia.

Los apellidos araucanos.
En el caso de los apellidos mapuches existe una gran particularidad: la vigencia de ellos es muy reciente (tanto como la segunda mitad del siglo XX en muchos casos). Los araucanos no tenían la concepción de “apellidos” que traían consigo los españoles, sino que daban un nombre propio a las personas de acuerdo con características que se atribuían al individuo que lo poseía. Por ejemplo: Millacura, “piedra dorada”; Huenchumán, “hombre cóndor”; Villacura, “serpiente de piedra”. Hoy nos suenan a “apellidos”, pero en su origen no lo eran: fueron la Corona de España así como, más tarde, el Estado de Chile quienes exigieron que pasaran a ser apellidos colocándole antes nombres “cristianos” a los indígenas. El caso es interesante pues cada vez más entre los araucanos se tiene conciencia de la importancia de conocer qué quisieron decir sus ancestros al ponerle ese nombre y, más tarde, se ha valorado la fuerza que implica poseer tal o cual apellido.

El aporte extranjero.
Si bien estos apellidos y familias referidas son las más importantes, cabe señalar que en muchos casos ello no es indicativo de un parentesco directo con los ciudadanos “comunes” (esto es, que no pertenecen a la élite, endogámicamente cerrada). Las continuas oleadas migratorias de un territorio de fronteras abiertas como lo ha sido tradicionalmente Chile, ha permitido que muchas familias de distintos países hayan llegado a vivir en estas tierras desde el Viejo continente: españoles (durante el siglo XIX y XX), alemanes, italianos, franceses, daneses, sirios, etc., han contribuido en ello; mientras que desde nuestra América han migrado argentinos, peruanos, colombianos, venezolanos, sobre todo en los últimos años, todos los cuales han engrosado nuestra ya nutrida amplia gama de culturas en suelo patrio, lo que a veces ha sido motivo de un innecesario descontento de nuestra parte, a veces por creernos superiores dentro de nuestro subcontinente Latinoamericano, cuando en realidad somos un crisol de etnias, como lo demostró un estudio reciente (2014) señalando que los habitantes de la región del Biobío tenían – en promedio – un componente genético de un 51% europeo, 45% indígena y 3% africano, es decir, nuestro evidente mestizaje, presente en el 99% de nuestra población, nos hace pensar que aquello que alguna vez pensaron nuestros ancestros, eso de escudarse en el apellido para hacer distinción social, hoy no debiera tener – pero, lamentablemente, la sigue teniendo – la misma vigencia que hace dos siglos atrás. Pensemos en ellos como lo que fueron, el ejemplo que podemos rescatar de su esfuerzo, de su trabajo por sacar adelante a sus familias, no por haber obtenido o no un título nobiliario (que, por cierto, tuvo y exigió méritos también);  recordémoslos con aprecio, admiremos sus logros, pues muchas veces nuestro padres, abuelos y bisabuelos, que eran conocidos por sus nombres propios y apellidos, en muchos casos también no son recordados por ellos, sino que por sus oficios (¡además de los sobrenombres!), lo cual es muy lógico si pensamos que del trabajo que ellos desarrollaron en vida lograron servirse muchas personas y, de este modo, satisfacer alguna que otra necesidad, todo lo cual ha contribuido a la formación de nuestra particular comunidad (común – unidad) que desde hace siglos ha venido acogiendo a nuestras familias, la de los penquistas, bien llamados también sujetos fronterizos.

(c) Carlos Eduardo Ibarra Rebolledo. Académico Pedagogía en Historia, Universidad San Sebastián, sede Concepción.Una versión más breve de este trabajo fue publicada en La Estrella de Concepción el 16 de julio de 2016, p. 2.
CON NOMBRE Y APELLIDO: FAMILIAS Y FRONTERA PENQUISTA.

Para nadie es un misterio que Concepción es una de las tantas ciudades dentro de un pasado ligado a la Frontera, nombre que se ha dado a nuestro territorio como una forma de perpetuar la existencia de una realidad cultural alterna a la de otros centros urbanos y/o zonas geográficas de Chile, sobre todo haciendo alusión a nuestro pasado bélico y a la diferenciación que se quiso hacer entre el mundo hispano versus el área dominada por los araucanos (llamados mapuches desde fines del siglo XIX), y más tarde durante los albores de la república, diferenciándolo entre el área donde vivían los chilenos versus lo habitado por los indígenas.
En ese contexto, en épocas de la Conquista y la Colonia, una de los modos de diferenciación respecto del mundo aborigen por parte de los españoles y sus descendientes (criollos) fue hacer gala y ostentación de uno de nuestros únicos “bienes propios”: el apellido. Por tradición, los españoles – particularmente dentro del concierto de la Europa de la Edad Moderna – fue el reino donde se dio más importancia a esta cuestión, lo que ha quedado en el inconsciente colectivo, algo que el padre Gabriel Guarda llamó el prurito nobiliario.

“Que trata sobre los orígenes de los apellidos…”
Los apellidos surgen en Europa (España incluida) entre los siglos XII y XIII de nuestra era, por la necesidad de identificar a individuos que tenían el mismo nombre propio, por ejemplo, Gonzalo, Enrique, Pero (Pedro), Sancho, etc. De esta situación nacen los apellidos patronímicos, es decir, que su raíz es un nombre propio (de pater = padre). Así, Gonzalo derivó en González (“hijo de Gonzalo”), Enrique en Enríquez, Pero en Pérez, Sancho en Sánchez, etc. Del mismo modo, surgieron apellidos ligados a oficios (Herrero/a; Zapatero; Cantero, etc.), partes o características del cuerpo humano (Oreja, Cabeza, Rubio, Delgado, etc.), accidentes geográficos (Valle, del Río, Montaña, etc.), cuestión que fue común denominador en otros idiomas; por ejemplo: Rivera en castellano, Ribeira en gallego, Ribera en catalán, es lo mismo que Ibarra en vasco, pues hace alusión a lo mismo: una ribera de río. Con el descubrimiento de América (1492) y la consecuente migración hispana a nuestro continente, esta tradición pasó a este lado del Atlántico, incluyendo en ella a los escudos de armas que los identificaban.

Escudo del I Marqués de Taracena, el capitán don
Carlos de Ibarra y Barresi (1587 - 1637), que, pese al alcance de nombre,
nada  tiene que ver con el autor de este artículo.
Aquí cabe hacer una acotación importante: suele decirse (y ofrecerse comercialmente el día de hoy) un escudo de armas ligado a un apellido. La verdad es que, si bien hay escudos para casi todos ellos, esto no implica que el que aparezca dibujado en un libro o en internet sea el suyo o el mío: es el de una familia, generalmente de origen noble (a veces o no), que recibió el escudo en merced (“regalo”) de parte del rey o del señor feudal como un símbolo que lo identificara socialmente. La pregunta es: ¿desciende usted de esa familia que tiene ese escudo? Si bien en tiempos donde surgieron los escudos de armas estos fueron manufacturados por familias de todos los estratos sociales, con el tiempo esta labor quedó reservada a la nobleza. De cualquier modo, para llegar a saber si corresponde a una familia debe realizarse, sí o sí, una investigación genealógica, esto es, averiguar el nombre y procedencia de sus ascendientes (ancestros), y recién ahí comprobar si existe algún nexo con el escudo de armas. Por ende, que no le pasen gato por liebre. En esta labor ayuda mucho en Chile lo hecho por la Iglesia de los Santos de los Últimos Días (“mormones”) que han digitalizado mucho material (www.familysearch.org). Ellos tienen microfilmados los libros donde parroquiales donde se registraron los tres eventos vitales manejados por la Iglesia Católica: bautismo, casamiento y sepultación (entierros). Igualmente, existen sitios web de grupos dedicados seriamente a la investigación genealógica, caso de chilegenea (de Yahoo! Groups), y otros que ya tienen una buena base de datos disponible on line (www.genealog.cl; www.genealogiachilenaenred.cl).

El caso de los apellidos en Chile.
Como bien es sabido, en Chile el apellido más común es González. Pero una cosa es decilo y otra comprobarlo. El patronímico González, encabeza la lista de los 15.041 cognómenes que existen en nuestro país (al 2011). En una estadística elaborada por el Servicio de Registro Civil e Identificación (2008), los González eran 741.388 personas, seguidas por los Muñoz (578.673), Rojas (413.897), Díaz (410.802) y Pérez (326.867), cifras bastante confiables si consideramos que la base de datos de la cual salió la información contaba con una “muestra” de 15.208.580 de individuos. Cabe señalar que según cálculos de la misma institución 8.208.975 personas se han inscrito con el apellido González desde 1885 – fecha de creación de esta repartición estatal – hasta el 2011.

Los apellidos de la zona penquista.
Según un estudio de la misma institución (2011) en base a los nacimientos inscritos ese año, en la región del Biobío hubo 478 Muñoz, 331 González y 102 Sepúlveda, seguido por 215 Jara, y 204 Riquelme. Por extensión, se determina que éstas son las familias más numerosas en Concepción, capital regional.
De los González y su historia, podemos decir que existen varias ramas de este apellido. Según el sitio web www.genealog.cl, administrado por Mauricio Pilleux, a nuestra zona llegaron los González de Rivera (remontada al siglo XVII) y los González de las Barreras (siglo XVII) ésta última oriunda de Tortosa (Cataluña) contando entre sus descendientes a algunos diputados, ministros de Estado e importantes hacendados, todos los cuales enlazaron por matrimonio con otros clanes de igual situación socioeconómica tales como los Urrejola, los Urrutia Mendiburu, y los Martínez de Rozas, entre otros, contando con numerosa sucesión. Como la familia en sí es tan grande, determinar algún grado de parentesco de los lectores de este artículo con estas dos familias dependerá de una investigación.

Escudo en piedra de una familia de apellido González en España
que fue beneficiada con la confección de dicho escudo.
Entre los Muñoz de Concepción, está Francisco Muñoz de Torre, madrileño de Ranera, Guadalajara, y quien llegó en 1692 con el Oidor (integrante de la Real Audiencia) Diego de Zúñiga. De este Muñoz descienden los Marqueses de Bella Vista. Falleció en Concepción cuando la ciudad estaba sita en Penco.
Los Sepúlveda de la zona, descienden de la familia de origen sevillano Leiva Sepúlveda, afincada en Chillán y ramificada en la región. Llegado en 1583, Antonio de Leiva Sepúlveda es considerado el antecedente más antiguo de este apellido en Chile, aunque claro está, no es el fundador de todas las familias Sepúlveda del país ni de la zona. Estos Sepúlveda han aportado con miembros en el ejército, la Corte Suprema, religiosas, entre otras actividades.
En cuanto a los Jara, las familias más antiguas de este apellido en la zona se remontan al siglo XVII, liderados por don Francisco Martínez de la Jara Villaseñor de una parte, y la descendencia de Domingo de la Jara González de la Rivera por otra. Entre ellos hubo soldados, diputados, comerciantes, entre otros oficios.
Por último, en este breve resumen, ha de mencionarse a la importante familia de los Riquelme, cuyos orígenes nos hacen viajar a la Sevilla del siglo XVI, con la llegada de Francisco Riquelme de la Barrera a Chile, y quien se asentó en Chillán. Entre sus descendientes está María Isabel Riquelme Meza, madre de Bernardo O’Higgins, prócer de nuestra independencia.

Los apellidos araucanos.
En el caso de los apellidos mapuches existe una gran particularidad: la vigencia de ellos es muy reciente (tanto como la segunda mitad del siglo XX en muchos casos). Los araucanos no tenían la concepción de “apellidos” que traían consigo los españoles, sino que daban un nombre propio a las personas de acuerdo con características que se atribuían al individuo que lo poseía. Por ejemplo: Millacura, “piedra dorada”; Huenchumán, “hombre cóndor”; Villacura, “serpiente de piedra”. Hoy nos suenan a “apellidos”, pero en su origen no lo eran: fueron la Corona de España así como, más tarde, el Estado de Chile quienes exigieron que pasaran a ser apellidos colocándole antes nombres “cristianos” a los indígenas. El caso es interesante pues cada vez más entre los araucanos se tiene conciencia de la importancia de conocer qué quisieron decir sus ancestros al ponerle ese nombre y, más tarde, se ha valorado la fuerza que implica poseer tal o cual apellido.

El aporte extranjero.
Si bien estos apellidos y familias referidas son las más importantes, cabe señalar que en muchos casos ello no es indicativo de un parentesco directo con los ciudadanos “comunes” (esto es, que no pertenecen a la élite, endogámicamente cerrada). Las continuas oleadas migratorias de un territorio de fronteras abiertas como lo ha sido tradicionalmente Chile, ha permitido que muchas familias de distintos países hayan llegado a vivir en estas tierras desde el Viejo continente: españoles (durante el siglo XIX y XX), alemanes, italianos, franceses, daneses, sirios, etc., han contribuido en ello; mientras que desde nuestra América han migrado argentinos, peruanos, colombianos, venezolanos, sobre todo en los últimos años, todos los cuales han engrosado nuestra ya nutrida amplia gama de culturas en suelo patrio, lo que a veces ha sido motivo de un innecesario descontento de nuestra parte, a veces por creernos superiores dentro de nuestro subcontinente Latinoamericano, cuando en realidad somos un crisol de etnias, como lo demostró un estudio reciente (2014) señalando que los habitantes de la región del Biobío tenían – en promedio – un componente genético de un 51% europeo, 45% indígena y 3% africano, es decir, nuestro evidente mestizaje, presente en el 99% de nuestra población, nos hace pensar que aquello que alguna vez pensaron nuestros ancestros, eso de escudarse en el apellido para hacer distinción social, hoy no debiera tener – pero, lamentablemente, la sigue teniendo – la misma vigencia que hace dos siglos atrás. Pensemos en ellos como lo que fueron, el ejemplo que podemos rescatar de su esfuerzo, de su trabajo por sacar adelante a sus familias, no por haber obtenido o no un título nobiliario (que, por cierto, tuvo y exigió méritos también);  recordémoslos con aprecio, admiremos sus logros, pues muchas veces nuestro padres, abuelos y bisabuelos, que eran conocidos por sus nombres propios y apellidos, en muchos casos también no son recordados por ellos, sino que por sus oficios (¡además de los sobrenombres!), lo cual es muy lógico si pensamos que del trabajo que ellos desarrollaron en vida lograron servirse muchas personas y, de este modo, satisfacer alguna que otra necesidad, todo lo cual ha contribuido a la formación de nuestra particular comunidad (común – unidad) que desde hace siglos ha venido acogiendo a nuestras familias, la de los penquistas, bien llamados también sujetos fronterizos.

(c) Carlos Eduardo Ibarra Rebolledo. Académico Pedagogía en Historia, Universidad San Sebastián, sede Concepción.Una versión más breve de este trabajo fue publicada en La Estrella de Concepción el 16 de julio de 2016, p. 2.

sábado, 12 de diciembre de 2015

ELEMENTOS FACILITADORES DE LA CRIMINALIDAD EN EL ANTIGUO DEPARTAMENTO DE LAUTARO, 1859 - 1879.

* Ponencia presentada en las XVII Jornadas de Historia Regional de Chile, Universidad de Concepción, 22 de octubre de 2014. La presente versión contiene algunas modificaciones conforme el texto original.

** Se advierte al lector que las citas documentales que aparecen en el texto han mantenido su ortografía original del siglo XIX.

(c) Carlos Eduardo Ibarra Rebolledo.
 
El presente estudio, aún en desarrollo, pretende contextualizar la evolución de la criminalidad en el antiguo Departamento de Lautaro, ubicado en la Provincia de Concepción y cuyo marco temporal está encuadrado entre 1859 - 1879.
La idea es comprender de mejor manera cómo se llevó a cabo la comisión de delitos de diversa índole que comenzaron a inundar las salas del Juzgado de Primera Instancia, ubicado en Santa Juana, hasta 1865, luego de lo cual se trasladó a Coronel.
El estudio considera como elemento central la situación de ciudades o villas fronterizas, lo que permite comprender que en ellas no primaban las leyes del Estado de Chile, sino que, por el contrario, las leyes consuetudinarias de la población local, cuyo componente social y étnico mestizo complejizó la puesta en marcha de un ordenamiento jurídico de corte fiscal, agrietándose a estos antecedentes las malas condiciones tanto en infraestructura así como de formación de las dotaciones de guardias cívicos y policías que debían resguardar el orden en las villas y ciudades de la Frontera.
Nuestras fuentes están compuestas del análisis de juicios penales (no civiles) del citado Departamento de Lautaro, así como de los emanados de la Gobernación local, prensa y bibliografía pertinente.
 
I. Antecedentes generales del Departamento de Lautaro, 1849 - 1879.
 
a) Evolución político - administrativa del territorio.
El antiguo Departamento de Lautaro, era parte de la Provincia de Concepción, y comprendía originalmente - esto es, entre 1826 - 1852 - las villas de Santa Juana, Arauco y Nacimiento, y los villorrios de Lota, Colcura y San Pedro [de la Paz] [1]. En 1852 se le segregaron Arauco y Nacimiento (que pasaron a formar parte de otros Departamentos), conservando el resto de los pueblos antes dichos [2]. Entre 1849 y 1854, surgió el caserío de Coronel, convertido en villa en 1865 a la par de una creciente explotación del carbón de piedra [3].
Territorialmente, cabe señalar que la mayoría de los juicios de este período se generaron por delitos ejecutados cerca de la villa de Santa Juana, por entonces cabecera del Departamento, situación que mantuvo hasta 1865 cuando dicha categoría pasó a Coronel. Finalmente, en 1927, el Departamento de Lautaro pasó a llamarse Departamento de Coronel, legando su antigua denominación a una nueva división territorial ubicada en la entonces Provincia de Cautín [4].


Boceto de mapa de la Araucanía. Claudio Gay, 1845.
 
b) Desarrollo económico.
La economía departamental se desarrolló en base a una actividad predominantemente agroganadera, al menos hasta mediados de la década de 1850 cuando la explotación del carbón de piedra en Coronel y Lota fundamentalmente, comenzó a cobrar su cuota de protagonismo.

c) Evolución demográfica.
Demográficamente, el Departamento de Lautaro aumentó su población en forma progresiva. Según un informe de 1850 vivían allí 13.843 personas [5], número que en el Censo de 1854 subió a 15.350 [6].
Once años después (Censo de 1865) contaba con 29.479 habitantes, mientras que en 1875 la cifra volvió a subir a 32.129 personas. Es decir, entre 1850 y 1875, existió un aumento de 18.286 habitantes, lo que en gran parte se explica por la persistente migración hacia los centros mineros de Lota y Coronel en esos 25 años. Si se suma a dicha motivación el hecho de poder huir a estas tierras fronterizas sobre todo en el caso de aquellos sujetos que vivieron en las zonas afectadas por las guerras civiles de 1851 y 1859, e, incluso, puede agregarse la motivación de irse a vivir en unas tierras donde al Estado de Chile le costó mucho más marcar una presencia efectiva, lo que dejaba un espacio de libertad para aquellos aventureros del valle central o del interior de la Araucanía (labradores, gañanes, peones, inquilinos) que por distintas circunstancias (buscando trabajo, huyendo de la justicia, de las deudas, de venganzas personales, etc.) se instalaron definitivamente en estas tierras.
En cuanto al origen geográfico de los migrantes que se asentaron en el Departamento de Lautaro en las décadas de 1850 y 1860 un buen número de ellos provenía de la Provincia de Ñuble, proceso que comenzó a tomar fuerza ya en 1865 [7]. De hecho, de los 114 casos de reos procesados que fueron analizados  durante el período 1849 - 1879, 38 (es decir, un 33,33%) se declararon como naturales - originarios - del Departamento de Lautaro, mientras que 72 (un 63,15%) señalaron otros lugares de origen (Ñuble, Santiago, Arauco, Biobío y Chiloé). Además, debe agregarse a 4 reos extranjeros (3,50%) a este listado.

II. Elementos facilitadores de la criminalidad en el Departamento de Lautaro, 1849 - 1879.

a) Las cárceles locales.
El Estado de Chile, en su afán por imponerse en una de las zonas más conflictivas y problemáticas de país, la Frontera, inició ya en los albores de la república (1826) un plan de incorporación de dichos territorios por medio de sus agentes institucionales. Fue así como en 1849, se instaló el Juzgado de Primera Instancia del Departamento de Lautaro, con sede en Santa Juana que, por entonces, era cabecera departamental. La finalidad de la instalación de dicho tribunal era doble: por una parte se esperaba controlar los delitos allí cometidos, mientras que en segundo lugar se buscaba consolidar la presencia de la justicia estatal en una tierra donde primaban las "leyes" consuetudinarias.
Para reforzar dicha presencia, las autoridades instalaron una cárcel. Sin embargo, los informes del gobernador local dan cuenta que dicho edificio no podía denominarse como tal. En reiteradas oportunidades, en especial durante la década de 1850, los reclamos por la situación carcelaria abundan. "En una sola pieza de ciete varas [8] [5, 6 metros] en cuadro i tres seldas pequeñas para incomunicados de que se compone la cársel de esta villa cabecera, no pueden estar ni lijeramente acomodados veintidós presos que se encuentran en ella (...)" [9] se señalaba en 1854. A inicios del año siguiente (1855), se informaba de la inversión de $200 en el edificio (ordenada en 1849) [10], lo cual no fue suficiente, ya que los reclamos por la situación carcelaria se mantuvieron en el tiempo: "Una de las principales necesidades que más se hase sentir en la cavesera de este Departamento es, la falta de un edificio adecuado para cárcel i que presente alguna lijera comodidad para el precidio, pues no se le puede dar el nombre de tal a una sola pieza de ciete varas en cuadro i tres pequeñas seldas de dos varas de ancho [1,6 metros] i cuatro de largo [3,2 metros] que sirve actualmente" [11], señalaba el  Gobernador local don José María Avello, advirtiendo de la insalubridad que ello generaba entre los reos. La razón principal del retraso: la falta de fondos del municipio. Intentando dar solución al problema, ese año 1855 se presentó un proyecto de cárcel para Santa Juana, pero en 1858 la situación seguía igual: "(...) no es posible contener en una reducida piesa i uno que otro cuarto pequeño el grueso de más de treinta presos de uno i otro sexo", alegaba el Gobernador, agregando que "la autoridad llega a ser impotente porque en vista de tanta estreches hai que desentenderse de muchas faltas por no tener que amontonar hombres i mujeres en un recinto demasiado recargado" [12]. Peor efecto tuvo la guerra civil de 1859 en aspectos tan puntuales como las "visitas", esto es, inspecciones que las autoridades judiciales procedentes de Concepción efectuaban a los recintos carcelarios para informarse de la realidad penitenciaria local. Refiriéndose a ello, el Gobernador exponía que en el primer y segundo trimestre de 1859 "(...) se ha dejado de hacer varias visitas [a la cárcel] por causa de la revolución. [Y] hallándome todo esto en completo desorden, no era dado contraerse a llenar dicho deber" [13].
Frente a esta realidad carcelaria, no cabe duda que la delincuencia era frecuente en esta zona, en especial en los campos - la zona más poblada - donde la mayor cantidad de delitos correspondía a abigeatos (robo de animales): "Cada vez se deja sentir en este departamento el urto de ganados mayores en que la poca vijilancia de las autoridades parece ser el principal motivo para que siga adelante un mal tan perjudicial al vesindario y a la moral misma" [14] señalaba el Gobernador Avello en 1855. Tal como lo señalan los estudios de Jorge Pinto, Marco Antonio León, Igor Goicovic Marcos Fernández y Leonardo León, en cuanto a que la realidad carcelaria de la Araucanía interior, aún bien entrado el siglo XIX ésta estaba en muy mal pie, ya que era incapaz de absorber adecuadamente la cada vez mayor población penal que se generaba a diario en estas tierras, por causas que muchas veces eran culpa del mismo sistema. De hecho, cuando la cabecera departamental cambió de sede desde Santa Juana a Coronel (1865), ésta última villa no tenía un edificio para cárcel, situación que se mantuvo durante todo el período en estudio (es decir, hasta 1879), tanto así que el edificio reservado al mercado local fue ocupado como centro penitenciario.

b) Disponibilidad de guardias y policías.
Otro aspecto no menor, era el de la vigilancia de las cárceles. Cada cierto tiempo, estas eran testigo de la fuga de los presos, sea por las malas condiciones de los recintos carcelarios (en realidad, casas municipales o arrendadas a particulares), lo que terminaba minando el intento de las autoridades por detener y castigar a los infractores de la ley.
De hecho, son frecuentes las noticias en torno a la fuga de reos como consecuencia de la mala formación de los mismos guardias cívicos que permanecían al cuidado de los presos, así como de la complicidad e incluso la corrupción de estos vigilantes: "La guardia que custodia la carsel de este pueblo [de Santa Juana] - se señalaba en 1852 - no es vastante para mantener en seguro al precidio porque [se compone] (...) del miserable número de un cavo i tres soldados, son cívicos i caresen por lo mismo de aquella perisia militar tan necesaria i vemos que suceden fugas con frecuencia" [15]. A las necesidades materiales que requería la cárcel de Santa Juana se sumó, más tarde, la impericia de sus vigilantes: "(...) a más de ser cívicos - se lee en otro oficio - el mal estado del armamento i la carencia de municiones no da seguridad ni a su propias personas. (...) Se llega a temer que de noche i aun de día, forsando la pequeña guardia invadan i cometan desorden en algunas casas poco favorecidas para proporcionarse recursos en su fuga" [16]. Las denuncias de las autoridades eran seguidas de la misma demanda: aumentar el número de guardias y mejorar la calidad de su armamento. En 1854 el Gobernador pedía, incluso, al Intendente de Concepción que se aceptase el traslado de algunos reos a esa ciudad capital por encontrarse la de Santa Juana mal habida y pésimamente vigilada, situación que se hizo reiterativa [17]. "Anoche han fugado de la carsel de este pueblo (...) Pedro Dias y Bernardo Admestias con determinación sin duda de pasarse para el otro lado del Bio bio por ser el primero del Departamento de Chillán (...). Sin pérdida de tiempo debe U[sted]. prevenir a los dueños de los pasajes y Jueses de la Subdelegación de su mando para que luego que tengan noticia de los prófugos procuren tomarlos prisioneros i remitirlos con la correspondiente Custodia a esta Cavesera" [18]. Hechos de este tipo se reiteran en la documentación, cuyas razones se encuentran, lógicamente, en la completa inseguridad de las cárceles de la Frontera, siempre limitadas en su efectividad por la falta de fondos y de un personal de guardia adecuado a las funciones que demandaba la realidad de estas tierras.
En contraparte, el sistema judicial vigente en ese entonces, castigaba duramente tanto las fugas de la cárcel así como la negativa a presentarse a declarar voluntariamente (se caía en rebeldía). Fue el caso de los reos Raimundo Soto y Cipriano Peso, quienes una vez recapturados fueron condenados a 50 y 100 azotes respectivamente, en público, por su rebeldía y contumacia (según el lenguaje jurídico de entonces) [19]. Misma pena de 50 azotes tenía el delito de reincidencia [20] como le ocurrió al abigeo José Francisco Salazar en 1858.
La sensación de inseguridad pronto se trasladó desde Santa Juana a las nacientes villas mineras de Coronel y Lota. En 1857, se solicitaba al Gobernador que aumentase la dotación de policía urbana [21], dado que los establecimientos carboníferos contaban con agentes del orden, pero eran de carácter privado (cuidaban los establecimientos carboníferos, no la ciudad) [22]. "Doi parte al S[eñ]or Juez de 1a I[nstancia]. de haberse fugado de la cárcel el reo Juan de Dios Gonzalez hayer a la oración por descuido del cabo de guardia i el sentinela i ninguno de los dos saben por donde puedan haberse salido este reo" [23] se señalaba desde la cárcel de Coronel en 1870.

Coronel hacia 1872. En: Recaredo Tornero, Chile Ilustrado.

En otro juicio, la molestia se nota aún mayor ante estas fallas del aparato judicial: "Pongo en conocimiento del Señor Juez de primera instancia que ayer veintinueve del corriente [mes de noviembre de 1875] se fugó del trabajo que hace [en] el presidio, el reo procesado por robo Pedro Gómez cuya fuga la ocasiona el descuido de los custodios por esa confianza que tienen con los reos, confianza que perjudica en sumo grado, ya por la fuga como por las vevidas que se be continuamente" [24]. En definitiva, la situación carcelaria tampoco colaboró a una mayor efectividad del aparato judicial, situación que en las dos últimas décadas del siglo XIX empeoró más aún.

c) Mala administración de justicia.
Los funcionarios judiciales tampoco escapaban de graves acusaciones que iban desde el abandono de sus funciones hasta el abuso de poder (llamadas jurídicamente como "negativa de justicia" y "mala administración de justicia"). Por ejemplo, el ciudadano José Garcés alegó ser víctima de las arbitrariedades del Inspector Vicente Guzmán. El Gobernador le notificó por oficio al dicho Guzmán que el afectado "se ha quejado de despojo contra U[sted]. por habérsele quitado de [su] propia autoridad un caballo rosillo moro que hubo legalmente de Diego Salazar, vecino de Tucapel (...). Tal procedimiento - advertía el Gobernador al Inspector - no es[tuvo] arreglado [a derecho], porque aun cuando fuese el cavallo de U[sted]. ha debido intervenir la autoridad [judicial] para su entrega (...)" [25].
Otra razón de queja era el tiempo que tardaban en ser resueltos los procesos judiciales, ya que ello implicaba dejar presos en la cárcel a los procesados considerados como sospechosos. Por ejemplo, en 1851 el reo Juan Manuel Martínez se quejaba ante la justicia debido a que "(...) se cree permanecer más del tiempo que se llama su delito, sobre el cual no ha sido condenado aun, en más de diez i siete meses a q[u]e se halla preso" [26]. En otra causa se acusaba directamente al aparato judicial de no hacer bien su trabajo, consecuencia de lo cual el reo (José Manuel Ortíz) actuó haciendo "justicia" por sus propias manos, lo que terminó en el acuchillamiento de otra persona (Eusebio Montes). Cuando se le preguntó que le llevó a irse a las manos y por qué no dio antes cuenta a las autoridades para que ellas diesen castigo judicial al herido, el reo respondió: "(...) que no se a las justicias porque no le dan oído a sus reclamos i si [hizo] uso de sus manos fue por esta ra[zón]" [27].
Otros casos ponían en entredicho a las mismas autoridades judiciales. Por ejemplo, en 1868 Ambrosio Vergara señaló que a fines de mayo o junio de 1867 su hija Eduvijes fue raptada que, según las noticias recabadas por él estaba en un lugar llamado "Paso Hondo" (cerca de Santa Juana), siendo el rapto el ex - Subdelegado de la localidad de Culenco (jurisdicción de la misma comuna) don  Victorio Medina, quien era amigo del entonces Subdelegado, lo que, en visión del denunciante, estaba dificultando, diluyendo y dejando sin una sentencia condenatoria al acusado el que, dicho sea de paso, nunca se presentó en el Juzgado de Primera Instancia. El abogado del demandante alegaba: "Han transcurrido algunos meses sin hacer muchas pezquisas mientras tanto el criminal ha gozado i goza en su delito impunemente i aun se ha paseado públicamente con dicha menor a la vista del Subdelegado de Culenco don José Chávez, en casa de N. Idalgo de la misma subdelegación" [28]. No hubo sentencia condenatoria en esta causa.

d) Ser tierra de Frontera.
El hecho de que el área de estudio haya sido el Departamento de Lautaro en la Provincia de Concepción, implica necesariamente mencionar su característica de territorio de Frontera. En la práctica esto significó una lucha constante entre la tradición y la modernidad, entre las normas consuetudinarias y las leyes del Estado de Chile que trataban de abrirse camino en estas localidades.
Particular importancia en este aspecto tuvo el desarrollo de la industria del carbón en Coronel y Lota, lo que trajo consigo consecuencias que, desde el punto de vista judicial, marcaron un antes y un después en el Departamento de Lautaro. De hecho, desde entonces aumentaron las denuncias por injurias, los informes por alzamientos masivos de trabajadores (en especial en fiestas patrias como consecuencia del explosivo consumo de alcohol); aumentaron, igualmente, los juicios por heridas, hurtos y robos; por desacato a las autoridades, etc., todo ello en paralelo al desarrollo del delito más común en la zona: el robo de animales (abigeato).
Un juicio que nos demuestra la falta de reconocimiento y, quizás, de respeto por la autoridad es el que paso a detallar: "El domingo tres del corriente [mes de abril de 1864], hallándose el declarante [José Riquelme] en una ramada  de venta de don Elizardo Terán donde se corría una carrera de caballos, sucede que en la ramada del declarante Bernardo Navarrete estava cometiendo desórdenes; llamó [entonces] Dionisio Guzmán al vijilante Victorino Zapata para que evitara el desorden que cometía Navarrete; [en esto] el vijilante le pegó una topada [a Navarrete] que lo votó con [su] caballo i [después de esto] el vijilante se retiró. Mas después se levantó Navarrete i vio al vijilante al que se encontró i [entonces] lo bajó caballo abajo [sic] i [luego] llegaron a la ramada (...) i allí siguieron peleando teniendo [Navarrete] al vijilante [botado] en el suelo; en este acto se aproxima Bernardino Garrido diciéndole a Navarrete que le pegara más al vijilante (...).
Con un rebenque que andaba trayendo, [Navarrete] les pegaba a todos de palos para que no se aproximasen a defender al ajente [de] policía; a esto llega el Inspector D[on]. Domingo Leal a defender al vijilante, y resulta que Bernardino Garrido lo agarró a palos [a] este sin obedecer al juez se arroja al vijilante, le quita el sable y con el principia a darle a cuantos se aproximaban, principalmente al jues, el cual salió herido como igualmente el vijilante" [29].

Parada en el camino entre Coronel y Concepción. Nótese la presencia de
policías en la diligencia. Imagen sin fecha ni autor.

Así se arreglaban las cosas en los campos de la Frontera, claro está, con unas botellas de más en el cuerpo. Este juicio es reflejo de la desobediencia y del absoluto desconocimiento de la autoridad judicial y policial (no les importaba quiénes eran), solo se lanzan a solucionar un tema de orgullo herido (haber sido botado de un caballo en público) no mediando en esta venganza ni títulos, cargo o armas.
Otro juicio que iba en la misma dirección señala en su auto cabeza de proceso: "(...) se me ha notisiado del paradero en este partido de Juan Felis Beloso i de Juana María Bermedo autores de un robo hecho al párroco de Colcura (...)" señalaba un Subdelegado al Juez de Primera Instancia en 1855. Ya detenidos, la rea declaró haber estado en ilícita amistad con su cómplice, tanto así que cuando el cura salía  a misionar ella se iba con su amante a la pieza del sacerdote. Es decir, no había respeto ni siquiera por este tipo de autoridad espiritual ¿Cómo se entienden estos comportamientos de desobediencia? ¿O sencillamente son nuevas evidencias de conductas consideradas como normales por la plebe y anormales por la elite?
Refiriéndose a los poblados minero - carboníferos, Luís Ortega señala que los sujetos que comenzaron a llenar las plazas de trabajo ofrecidas por los mineros del carbón y, por ende, a habitar en estas localidades, lo hicieron en conjunto con aquellos que sólo buscaban concretar en sus vidas ese huidizo ideal del "progreso económico", que hasta entonces les era negado por sus vidas como campesinos. De este modo, Luís Ortega señala que en torno a los poblados minero - carboníferos se constituyó un mundo de seres expectantes: "algunos fueron bandoleros rurales (...). Otros fueron campesinos  y los demás vagos no errantes, habitaban los extramuros de las villas, pueblos y ciudades, pero [estaban] siempre dispuestos a concurrir a aquellos y sus bodegones, chinganas, ramadas, tabernas, canchas de bolos y reñideros de gallos. Todos fueron proclives a la bebida, pendencieros y propensos a resolver sus diferencias (...) de acuerdo con su propio estilo de vida, en el que el recurso a la violencia física era algo natural" [30].
En este ambiente, donde las cárceles pecaban de una constante inseguridad, donde los vigilantes y la policía eran insuficientes, y donde los integrantes del aparato judicial no actuaban siempre con la mejor fe (quizás mimetizándose con la vida fronteriza en la cual cotidianamente se vieron envueltos), es que se comprenden mejor las actitudes de los criminales que actuaron en la Frontera costera que envolvía al Departamento de Lautaro y a su heterogénea conformación social (mapuche - lafkenche, chilenos y extranjeros; miembros de la elite política y empresarial, junto a la gente empobrecida, etc.). Peor aún, el actuar delictual de estos sujetos muchas veces no fue entendido así por los mismos habitantes de estas tierras, no fue aceptado bajo la categoría de crimen, denominación de origen estatal para ellos, por ende, hubo de enfrentarse también al muro de la tradición atávica contra  el cual siguió luchando hasta bien entrado el siglo XX (1930 aproximadamente). Y es que el término Frontera especifica un límite que ya ha dejado de ser geográfico y a comenzado a ser estudiado interpretándolo como "cultura", un concepto difuso que sirve para entender el límite entre civilización y barbarie (como lo pensó el doctor inglés John Mackay hacia 1845 en su Diario de Viaje), o entre la ley estatal y la fuerte presencia de la tradición, de las normas consuetudinarias, con las costumbres con las cuales estos sujetos, en su mayor parte de origen popular estaban acostumbrados a convivir. La concientización masiva del real peso de las leyes estatales y su enorme ráfaga de artículos que prohibían varias de esas "costumbres en común" tardo en ser entendida, difundida y aplicada entre los habitantes de esta tierra, en especial de las ubicadas al sur del río Biobío, aquellas donde el Estado nunca pudo sentar sus reales.
 
NOTAS:
[1]. Todos estos lugares correspondían a los nombres y ubicación de antiguos fuertes coloniales establecidos allí desde el siglo XVII. De hecho, la idea original que impulsó al gobierno central hacia 1823 comprendía la creación de una división territorial al sur del río Biobío, por la costa, que incorporaba a los antiguos fuertes ya mencionados, área a la que se denominaría como Departamento de Lautaro, obviamente en honor al cacique mapuche del siglo XVI.
 
[2]. Santa Juana sucedió a Colcura como cabecera departamental en 1841. Colcura, a su vez, lo había sido entre 1826 y 1841. Pero el terremoto de febrero de 1835 terminó arrasando el poblado del antiguo fuerte de San Miguel Arcángel de Colcura (su nombre original) con lo que se decidió trasladar la cabecera a la villa de Santa Juana de Guadalcázar. En 1865, Coronel pasó a ser la nueva cabecera departamental.
 
[3]. Decreto del 30 de mayo de 1865. Citado en Lagos y Aburto, Historia de Coronel, páginas 50 - 51. Cabe señalar que desde el 20 de agosto de 1861 Coronel actuaba, además, como "Puerto Mayor para exportar carbón y recibir maquinarias desde el extranjero, especialmente para la industria carbonífera en pleno auge". Ibídem, página 50. En 1854, el Intendente Rafael Sotomayor Baeza, informaba al Supremo Gobierno de los avances en el trazado del poblado de Coronel.
 
[4]. Esta nueva modificación político - administrativa, fusionó los antiguos Departamentos de Arauco y Lautaro, unión a la cual se denominó como Departamento de Coronel. D. F. L. 8.582 - 1927, art°. 2, números 30 - 36.

[5]. Oficina de Estadística (1850). Repertorio nacional formado por la Oficina de Estadística en conformidad del artículo 12 de la lei de 17 de setiembre de 1847. Imprenta del Progreso, Plaza de la Independencia: Santiago de Chile, página 71.

[6]. Según un informe realizado por el Gobernador de Lautaro, don José María Avello, la población del Departamento en 1854 era de 15.399 personas, cifra que difiere a la brindada por el Censo oficial en 49 individuos más. Véase Archivo Nacional, Gobernación de Lautaro, vol. 2, oficio número 74, Santa Juana, 25 de mayo de 1854, sin foja.

[7]. Ortega, Luís. (1992). "La frontera carbonífera". Mapocho, vol. 31. Biblioteca Nacional: Santiago de Chile, páginas 131 - 148. También véase Vivallos, Carlos; Brito, Alejandra (2010). "Inmigración y sectores populares en las minas de carbón de Lota y Coronel (Chile, 1850 - 1900)". Atenea, número 501. Universidad de Concepción: Concepción, páginas 53 - 71.

[8]. 1 vara equivale a 0,8 metros. Es decir, la celda tenía 5,6 metros por lado aproximadamente.

[9]. Archivo Nacional, Gobernación de Lautaro, volumen 2, "Oficios enviados por la Gobernación a la Intendencia de Concepción", Santa Juana, 15 de mayo de 1854, sin foja.

[10]. Ibídem, Santa Juana, 14 de enero de 1855, sin foja.

[11]. Ibídem, Santa Juana, 22 de mayo de 1855, sin foja.

[12]. Ibídem, Santa Juana, 17 de mayo de 1858, sin foja.

[13]. Ibídem, Santa Juana, 11 de julio de 1859, sin foja.

[14]. Archivo Judicial de Coronel, "Causa por sospechas de abigeato contra Juan de Dios Medina", Santa Juana, 23 de marzo de 1855, foja 1.

[15]. Archivo Nacional, Gobernación de Lautaro, volumen 2, "Oficios enviados por la Gobernación a la Intendencia de Concepción", Santa Juana, 27 de noviembre de 1852, sin foja.

[16]. Ibídem, Santa Juana, 25 de julio de 1853, sin foja.

[17]. Ibídem, Santa Juana, 15 de mayo de 1854, sin foja.

[18]. Ibídem, Santa Juana, 13 de abril de 1850, sin foja.

[19]. Archivo Nacional, Gobernación de Lautaro, volumen 2, "Oficios enviados por la Gobernación a la Intendencia de Concepción", Santa Juana, 30 de junio de 1857, sin foja., "Causa por abigeato, contra Raimundo Soto, José Manuel Fuentes y Cipriano Peso", Santa Juana, 15 de octubre de 1856, fojas 34 - 34 vuelta.

[20]. Véase el caso de José Francisco Salazar Peso, en 1861. Archivo Judicial de Coronel, "Causa por abigeato contra José Francisco Salazar, José Mieres y Juan de Dios Arriagada", Santa Juana, 8 de octubre de 1861, fecha en que se confirmó la condena de 50 azotes en contra de Salazar por reincidente en el delito de abigeato, foja 15.

[21]. Archivo Nacional, Gobernación de Lautaro, volumen 2, "Oficios enviados por la Gobernación a la Intendencia de Concepción", Santa Juana, 30 de junio de 1857, sin foja.

[22]. Ibídem, Santa Juana, 14 de junio de 1858, si foja.

[23]. Archivo Judicial de Coronel, "Causa por hurto, contra Juan de Dios González", Coronel, 6 de agosto de 1870, foja 3.

[24]. Ibídem, "Causa por hurto contra Pedro González y Gilberto Henríquez", Coronel, 30 de noviembre de 1870, foja 4.

[25]. Archivo Nacional, Gobernación de Lautaro, volumen 2, "Oficios enviados por la Gobernación a la Intendencia de Concepción", Santa Juana, 20 de enero de 1851, sin foja.

[26]. Ibídem, Santa Juana, 1 de febrero de 1851, sin foja.

[27]. Archivo Judicial de Coronel, "Causa por heridas, contra Manuel Ortíz y Elías Martínez", Santa Juana, 9 de octubre de 1849, f. 4 vuelta.

[28]. Ibídem, "Causa por rapto, contra Victorio Medina", Santa Juana, 10 de febrero de 1868, foja 6 y siguientes,,

[29]. Ibídem, "Causa por heridas contra Bernardo Navarrete y Bernardino Garrido", Santa Juana, 5 de abril de 1864, foja 1 vuelta.

[30]. Ortega, Luís. (1992). "El mundo del carbón en el siglo XIX". Artículo publicado en Mundo Minero, Chile, siglos XIX y XX. Universidad de Santiago de Chile: Santiago, pp. 102 - 103.

miércoles, 3 de diciembre de 2014

La “cibdad” de Concepción de Nueva Extremadura.

A punto de conmemorarse dos meses de la celebración de los 464 años de la ciudad de Concepción, va una pequeña reflexión en torno al origen y devenir histórico de esta importante ciudad del sur de Chile.

Entre las varias cartas que envió Pedro de Valdivia a su Sacra Cesárea Católica Majestad, esto es al emperador Carlos V (Carlos I de España), destacan dos que fueron escritas en la misma fecha y en el mismo lugar: Concepción. Fue un 15 de octubre de 1550, y en ellas se hace alusión, por primera vez, a la fundación de la ciudad ubicada por entonces en la actual Penco. En la primera de las misivas dirigida a sus apoderados en la Corte (que se presentarían ante el Consejo de Indias para obtener ciertos títulos y concesiones territoriales en Chile en favor de su mandante), Valdivia alude a una serie de méritos y servicios hechos en favor de la Corona, entre los cuales señala: “informar, asi mismo, como, en este tiempo que iba e venia el armada, conquisté yo toda esta tierra y términos que han de servir a la cibdad que aquí poblare, e como todos los caciques han venido de paz y sirven. He poblado e poblé la cibdad en este fuerte, y he formado Cabildo, Justicia e Regimiento, e repartido solares e los caciques entre vecinos que han de quedar a su sustentación [(por el régimen de encomienda]), e cómo la intitulé la cibdad de la Concebcion, e fúndela a los cinco de otubre deste presente año de quinientos e cincuenta”, es decir, hace ya 464 años. En la segunda misiva, esta vez dirigida directamente a la persona del Emperador Carlos V, Valdivia describe al puerto y bahía de Penco como “…el mejor que hay en estas Indias…”, y luego reitera el antecedente de la fundación (señalando la misma fecha: 5 de octubre), pero agregándole un apellido a la ciudad: Concepción del Nuevo Extremo. Además, señala que puso árbol de justicia, debido a lo cual, según él, los españoles “…viven contentos. Bendito [sea] Dios”. Nunca imaginó el conquistador las consecuencias de su nueva conquista territorial y cómo su deseo de fundar allí – y no en Santiago – la capital de Nueva Extremadura (como era conocido Chile en forma oficial) sentarían las bases de un particular estilo de vida de sus habitantes, desde los primeros pobladores hasta nuestros días.

Escudo de armas de la ciudad
de Concepción (1552).
Y es que nuestro carácter conlleva la impronta indeleble de catástrofes, terremotos, maremotos, epidemias, y guerras que a lo largo de la vida de, aproximadamente, 18 generaciones, se mantienen como un sello imborrable. Recapitulemos. Concepción – en la antigua Penco – soportó durante los siglos XVI, XVII y XVIII tres destrucciones (1554, 1555 y 1655), tres terremotos (1570, 1657 y 1751) todos acompañados con maremotos, siendo el último el causante del despueble y traslado de la ciudad al actual valle de la Mocha donde se ubica. Tras ello, las catástrofes sísmicas siguieron acompañándonos en 1835, 1939, 1960 y hace cuatro años en 2010, la Tierra ha vuelto a recordarnos su incontrarrestable fuerza. Sumemos a ello las mortíferas epidemias de viruela y cólera, que hasta inicios del siglo XX fueron de importante impacto demográfico en la población local. Por último, la presencia durante la conquista, y en menor medida en la colonia, de la guerra de Arauco, fenómeno que se agravaba por el carácter fronterizo de la zona que permitió la participación (en ambos bandos) de un no menor número de hijos de esta tierra en la Guerra de Independencia (1813 – 1818), y siendo ya Chile una república independiente permitió, a su vez, que se llevasen a cabo en ésta área la llamada Guerra a Muerte (1818 – 1832) que empobreció a Concepción – ayudado por el terremoto de 1835 – y la participación de la elite penquista en las guerras fratricidas (civiles) de 1829 – 1830, 1851 y 1859, además de la de 1891. Punto aparte es la participación penquista en la Guerra del Pacífico (1879 – 1883). En fin, todos estos eventos coyunturales han permitido formar una sociedad mestizada en lo étnico por ser Frontera, además de ser solidaria, trabajadora, pero de carácter fuerte, que vive el día a día (carpe diem), y se siente orgullosa de su pasado, el cual a veces saca a colación incluso a nivel familiar tratando de buscar al esquivo ancestro noble – muy pocos – en medio de una gran masa de población que fundamentalmente desciende de campesinos y labradores. Hoy, nuestra gente se enfrenta a nuevos desafíos, la ciudad capital de la región del Biobío vuelve a buscar en su presente el esplendor mañosamente quitado por terremotos y guerras, para volver a convertirse en la capital del sur de Chile, lo que tras el evento sísmico de hace cuatro años a la fecha se está volviendo a lograr gracias al temple de aquellos que nos han antecedido en experiencia y perseverancia frente a las dificultades, a tal nivel que hace unos días atrás se señaló que Concepción por una serie de condiciones se ha vuelto a convertir en una de las ciudades más agradables para vivir en nuestro país. Eso es fruto del esfuerzo y el trabajo de todos/as los/as hijos/as de esta noble tierra, cuya zona, hasta la actual Arauco, fue descrita por el conquistador español como “…la más linda tierra del mundo todo, sana e apacible e sitio para poblar una cibdad mayor que Sevilla”.

sábado, 29 de noviembre de 2014

San Pedro de la Paz y sus 410 años de Historia.

Madrugada del 23 de diciembre de 1598. El gobernador de Chile Martín García Oñez de Loyola, sobrino nieto de san Ignacio de Loyola, casado con una de las altas representantes del mundo incásico – Beatriz Clara Coya – duerme junto a sus tropas dirigiéndose hacia Angol a sofocar algunos alzamientos indígenas de la zona. Acampa a orillas del río Lumaco, donde la bruma mañanera se transforma en una trampa mortal. Los araucanos dirigidos por las tropas expedicionarias de los caciques Pelantaru y Anganamón atacan sorpresivamente a las huestes del gobernador el que, tras breve refriega, muere.

Martín García Oñez de Loyola.
Era la segunda vez en el siglo XVI – el primero fue Pedro de Valdivia (1553) – que la más alta autoridad hispana en Chile moría bajo las lanzas y flechas de la gente libre de Arauco. Tras ese suceso, victorioso para los araucanos, devino el desastre para los españoles: Angol, Imperial, Osorno, Valdivia son despobladas y destruidas. Misma suerte corren los fuertes de Arauco, Tucapel y Purén. Villarrica es sitiada por tres años, muriendo todos sus moradores de hambre. Concepción es despoblada y destruida. Los hispanos que sobreviven huyen a Maullín, Chacao, Castro y, por supuesto, a Santiago. De este modo, la presencia española corrió grave riesgo de desaparecer, situación agravada por las correrías de los hermanos Baltasar y Simón de Cordés (corsarios holandeses) quienes destruyeron Castro, la que sólo se libró del desastre total gracias al auxilio oportuno del coronel Francisco del Campo. Tres gobernadores interinos sucedieron a Oñez de Loyola, pero fue el cuarto el que marcó su huella en la historia de la zona de la Baja Frontera: Alonso de Ribera y Zambrana, militar experimentado en las guerras de Flandes (Bélgica). Una vez en Chile, logró reformar el ejército, consiguiendo recurso de la corona (vía Lima), lo que le permitió crear entre otras obras, una línea de fortificaciones a orillas del río Biobío entre 1601 y 1604. Fue, precisamente, en este último año que fundó el fuerte de San Pedro de la Paz. Anteriormente, de Ribera fundó los fuertes de Colcura (San Miguel Arcángel, 1602), Lonquén (1602), y Rere (Jesús de Huenuraqui, 1602); el fuerte del cerro Chepe (1603), Santísima Trinidad y Espíritu Santo (construidos en 1585, reconstruidos en 1603) a la altura del río Tabolevo (Santa Juana), Santo Árbol de la Cruz (Los Ángeles), Nuestra señora de Halle (1603, confluencia del Biobío con el Laja) y Santa Lucía de Yumbel (1603, antiguo San Felipe de Austria de 1585). Más tarde (1613) de Ribera, en su segundo mandato, fundó el fuerte de Negrete que terminó así de unirse al sistema de defensa hispano.

Al centro, Alonso de Rivera.
En cuanto al fuerte de San Pedro de la Paz, único fundado en 1604 (hace 410 años), éste tuvo un devenir particular. La empalizada, cuya ubicación exacta nos es hoy desconocida, permaneció con una guarnición de aproximadamente 20 soldados, en cuyo interior se erigió una capilla que alojó a la imagen de Nuestra Señora de la Candelaria. Cumplió su deber de defensa hasta 1655, cuando debió ser despoblado por el alzamiento de ese año. Permaneció sin mayores sobresaltos una vez repoblado hasta inicios del siglo XIX, cuando la Guerra de Independencia (1813 – 1818) nuevamente le hizo protagonista de ese conflicto bélico. Pero sólo en la etapa siguiente a dicho conflicto, la llamada Guerra a Muerte (1818 – 1832) adquirió nuevo protagonismo al ser víctima de los ataques del coronel Juan Manuel Picó (rebelde realista, aliado de Vicente Benavides) quien lo destruyó. Tras ese suceso, el fuerte fue reconstruido, pero cayó tras el terremoto y maremoto de 1835. Reconstruido nuevamente, ayudó en la Guerra Civil de 1851 y 1859, estando por ese entonces prácticamente con 1 o 2 soldados de guardia. Tras la lucha fratricida, los anales de la historia pierden la huella del fuerte, más no el del dilatado poblado rural. San Pedro reaparece nuevamente a fines del siglo XIX, cuando como consecuencia de la construcción del ferrocarril privado (no estatal) que unió Concepción con Curanilahue (1885 – 1890) se convirtió en uno de los pueblos que alojó a los cientos de obreros carrilanos de dicha obra, especialmente mientras duró la construcción del puente de acero. Desde entonces San Pedro Viejo existe en dicho lugar, allende el magnífico puente ferroviario.

Puente ferroviario sobre el río Biobío (1889).
El siglo XX vino en entregar algunas oportunidades a dicho poblado. Primero, siendo por entonces parte del Departamento de Coronel (1927 – 1976), se convirtió en sitio de paso obligado hacia Concepción gracias a la construcción del Puente Biobío (Puente Viejo, 1943), y el Puente Juan Pablo II (Puente Nuevo, 1974). A ellos se sumó el Puente Llacolén (2000). Se espera la inauguración del Puente Chacabuco (2010). Así, el crecimiento urbano e industrial de la zona le llevó a luchar por su independencia administrativa de Concepción, comuna a la cual perteneció hasta el 29 de diciembre de 1995. Tras el terremoto del 27 de febrero del 2010, San Pedro de la Paz se ha convertido en un atractivo centro habitacional y empresarial, sus avances en infraestructura, sus nuevas poblaciones, la existencia de millonarios proyectos de mejoramiento vial, ferroviario, inmobiliario e industrial, le han convertido al día de hoy en una de las comunas más importantes de la provincia de Concepción, lo cual se ha logrado tras 410 años de historia en la cual podría decirse que el común denominador es el mismo: la búsqueda del desarrollo y del bien común de sus habitantes.

sábado, 13 de septiembre de 2014

Entrevista a dirigentes sindicales del Taller de Análisis Sindical y Social TASYS – Concepción (2003).


Las primeras reuniones de Tasys empezaron en el segundo piso de la Escuela metodista en Heras con Colo Colo, un portero de acuerdo con un pastor nos dejaba la puerta entreabierta y pasaba uno y subía a los dos o tres minutos pasaba otro y así después de media hora nos juntábamos 10 a 15 personas para hacer una reunión.
Cuando nos juntábamos en alguna casa para hacer una reunión de trabajo, hacíamos como que celebrábamos un cumpleaños poníamos una torta al medio de la mesa, con botellas, para simular, pero en el fondo era una reunión de trabajo.
 
-  Formación
 
El patrón: La percepción de empresario antes del régimen militar.

      Con el gobierno militar murieron 50 años de lucha sindical, todas las reivindicaciones que se habían logrados con tantos mártires se perdieron de un paraguazo.

-  Previsión Solidaria v/s AFP.

Hace 6 meses atrás y con motivo de una investigación que se me encargó hacer acerca del Estado de Bienestar, me correspondió entrevistar a trabajadores, para que desde su perspectiva expusieran la realidad de cómo los obreros y sindicatos vieron destruirse el Estado de Bienestar y alzarse el nuevo sistema neoliberal. Para obtener esta información recurrí a un grupo de trabajadores que defienden y difunden los derechos laborales, y sobre todo ayudan a la conformación de los sindicatos. Este grupo es conocido aquí en Concepcion como TASYS, Taller de Análisis Sindical y Social, se comienza a conformar en plena Dictadura (1978) y en un principio la resistencia al régimen  fue parte importante de sus objetivos, inspirados en la figura de Clotario Blest comenzaron a organizar la difusión de las ideas y sobre todo de los derechos de los trabajadores. En el año 1984, irrumpe la CNI en la sede de Tasys (Heras 855) y sus dirigentes son relegados a distintas partes del país. A pesar de todo, Tasys aun  existe y continúa con la misma fuerza la lucha sindical. Con motivo de los 30 años en la que se recuerda la muerte del Presidente Allende y el golpe de Estado (1973 – 2003), he considerado necesario compartir con ustedes esta entrevista.

NOTA: Actualmente (2014) el TASYS se reúne todos los sábados a las 15:00 hrs. en Radio "Lorenzo Arenas" de Concepción (107.1 FM). No tiene sede física.

- Dirigentes Tasys  entrevistados:


1.  Juan Polizzi: Presidente de Tasys en 1980, actual Presidente de la Junta de Vecinos Nº21,  y Presidente de la Agrupación de Juntas de Vecinos de Barrio Norte (Concepción).
2.  Alejandro Pozo: Ex presidente de la Federación Colectiva y ex presidente del Sindicato Regional de Choferes.
3.   Hernán Ibañez: Ex Presidente del Sindicato Interempresa Gráficos.
4.  Jorge Bustamente: Actual Presidente de la Junta de Vecinos de San Pedro de la Paz y ex dirigente Sindicato Interempresa Gráficos.

- ¿Cómo nace el Taller (Tasys), en que circunstancias se comienza a formar?

Juan Polizzi: “En los '80, aquí en la región nace la coordinadora sindical, escondido eso si, nosotros como taller nos empezamos a juntar el ‘78, se juntaban aquí, trabajadores de sindicatos gráficos, poseros (estos son los que juntan el polvo cuando lavan el carbón en Lota, o sea cuando el agua sale con polvo y se junta este polvo en una posa se concentra, ellos lo sacan y lo venden, eran trabajadores marginales), choferes, operarios de la textil de Chiguayante y Tomé, gente de Fanaloza, trabajadores de Huachipato, todos nos coordinamos en un aparato sindical y de ahí nace el TASYS, posteriormente logramos el apoyo de una organización evangélica de ayuda cristiana y nos arriendan esta casa desde 1983 y ahí empezamos a ayudar a formar sindicatos y educar a la gente en sus derechos laborales. A fines de 1984 ingresa la CNI, nos saca y nos manda relegados a distintas partes (campos de concentración en Chile). Las primeras reuniones de Tasys empezaron en el segundo piso de la Escuela Metodista en Heras con Colo Colo. Un portero de acuerdo con un pastor, nos dejaba la puerta entreabierta y pasaba uno y subía, a los dos o tres minutos pasaba otro, y así después de media hora nos juntábamos 10 a 15 personas para hacer una reunión. Cuando nos juntábamos en alguna casa para hacer una reunión de trabajo, hacíamos como que celebrábamos un cumpleaños poníamos una torta al medio de la mesa, con botellas, para simular. Era, en el fondo, una reunión de trabajo.
La iglesia católica también nos ayudó, nos abrió una puerta que fue la Vicaría en donde también estuvimos mucho tiempo organizando las primeras protestas que hacíamos en un principio ahí... donde estaba "Donde golpea el monito"(Caupolicán con Maipú), y de ahí marchábamos hasta calle Carrera, yo le digo ahí no había más de 15 a 20 personas (esto es en 1978), y la gente que trabajaba por ahí nos gritaban “váyanse extremistas, déjennos trabajar”, y nos tiraban lechugas y otras cosas, y llegaban los carabineros en minutos, y nosotros desaparecíamos entre la gente. Otro tipo de protestas son las que por ejemplo se hicieron en empresas, las primeras protestas en Huachipato, por ejemplo, como para ir creando conciencia de la resistencia se hacían en acuerdo con todos los departamentos y dejábamos todos corriendo el agua o las luces prendidas, ese tipo de sabotaje, como para ir perdiendo el miedo.

- ¿Cómo era la relación que ustedes tenían con el patrón antes del régimen militar?

Alejandro Pozo: “Eh…por ejemplo, cuando a tí se te ocurría llevar al empresario a la Inspección del Trabajo, en ese momento el empresario sacaba una hojita, en donde tenía anotadito y te decía, “Usted me está cobrando esto, y usted cuando llegó, no tenía nada, ninguna de las condiciones que tiene ahora,”, y uno le decía  “pero es que usted tiene que darme estas condiciones, porque la ley así lo indica”, y el te decía “Si pero acuérdese que yo a usted lo traje del campo, yo lo vestí, yo le arrendé una pieza, no se olvide que se casó y yo le ayudé para que se casara, y se casó con una empleada mía”, entonces el hacía de toda esa relación de trabajo, una relación casi fraternal. Pero no era una relación verdadera entre empresario y trabajador, y de esa manera abusaban del trabajador”.

- ¿Las condiciones de trabajo antes del golpe, previsión, vacaciones…?

Alejandro Pozo: “Mire…durante 50 años de lucha el trabajador se ganó derecho a vacaciones, a una pega estable y eso se perdió, hoy día se contrata gente por un par de horas, part time, eso en nuestro tiempo era impensable, porque uno era dueño de su trabajo, a uno tenían que probarle que están robando para echarlo, de otra forman tenían que respetarlo, porque uno era dueño de su puesto de trabajo, nosotros teníamos asegurados los aumentos por ley, había un mínimo de aumento de sueldo por año, y sobre ese aumento se negociaba y era constante todos los años, se te iba respetando la antigüedad y había premio a la antigüedad, las vacaciones se te iban aumentando. Hoy día son 15 días hábiles, pero antes había viejos que podían llegar hasta 2 meses, las llamadas vacaciones progresivas, lo que es justo porque si el tipo se está desangrando durante 40 años en el trabajo, es lo lógico que le aumenten los días de descanso, eso es lo normal, lo humano. Por eso, cuando se crea el primer y famoso Plan Laboral, que hizo el gobierno militar, que lo impuso, porque después del 11 de septiembre, la primera organización que fue excluida por ley fue la  CUT, el primer ataque que hacen los milicos es a la CUT, y eso fue, porque le tenían miedo a los trabajadores, porque los trabajadores habían adquirido demasiado poder y ese poder había que destruirlo y por eso los milicos dan el golpe a petición de los patrones y para dejar amarrada la cosa crean la Constitución del '80, los que estábamos en contra teníamos que estar rayando con tiza las murallas en contra de esta Constitución por ahí escondido, porque si nos pillaban nos fusilaban, por eso nosotros los trabajadores decimos que es ilegitima, porque no hubo un debate.

-  Los nuevos patrones: El plan laboral y los derechos que se perdieron.

- Usted me habla del Plan Laboral ¿De qué se trataba, como afectó…?

Juan Polizzi y Alejandro Pozo: “Con el plan laboral cayeron todas las agrupaciones sociales, todos los colegios de profesores, médico, etc., cayeron todos, se arrasó con todo, porque tenían miedo de que formaran una nueva gran organización que se enfrentara a la Dictadura. También cayeron las escuelas de artes y oficios, porque la gente era reconocida por su oficio: carpintero, barbero, sastre, etc. Ellos tenían sus aranceles, sus maneras de trabajar, lo que se conocía como tarifado nacional, que se respetaba. El Plan Laboral arrasó con todo eso, las grandes conquistas que tuvieron los trabajadores las tuvieron porque dentro de las agrupaciones de trabajadores existía una clases obrera y de empleados fiscales que se juntaron para tener un gremio, eso vio la Dictadura cuando se estaba posesionando y por eso matan a Tucapel Jiménez, porque era la voz cantante del comando nacional de trabajadores y porque él armó la unidad de trabajadores. Pero bueno… en los trabajos antes de los ochenta era normal, por ejemplo, en Huachipato cuando uno entraba a trabajar aparecía en el contrato la papeleta para entrar al sindicato y firmar el descuento sindical, era así si tu entrabas a una empresa, tenías que sindicalizarte, después de los ochenta y de la mano de los militares y sus jefes, los empresarios, aparece el Plan Laboral, en donde es libre albedrío entrar si o no al sindicato, y quien recibe hoy por hoy mejor trato o el que esta más seguro es el que no está en el sindicato, el que está en el sindicato corre el riesgo de que lo echen en cualquier momento, por ejemplo, nosotros ayudamos a organizar el sindicato de uno los supermercados importantes en Concepción (hace años atrás). Después de organizados y negociado y ganado el pliego de peticiones, llegó el mismo dueño desde Santiago y dijo dirigiéndose a los trabajadores del sindicato “Ya ahora tú y tú, y tú van a formar el sindicato N°2”, los colocó aparte y dijo “ya ahora empiecen a inscribirse en el sindicato N°2 porque el que se inscriba va tener un 10% más de lo negociado por el sindicato N°1”. Se fueron todos para allá, y quedaron los puros dirigentes del sindicato N°1, y les dijo “ya no tienen sindicato asi es que negociemos cuánto vale el fuero sindical y nos ponemos de acuerdo para que se vayan"[1], eso no pasaba antes del ‘73, porque si había una huelga se respetaba, y los trabajadores no iban a trabajar y no iban no más, porque había un acuerdo al que se llegaba por asamblea. Hoy día el tipo está acorralado y no puede respetar sus acuerdos.

Antes del '70, todos los sindicatos se valían de las leyes de trabajo, como las 8 horas de trabajo, y de sus beneficios, como las gratificaciones, el aguinaldo, derecho a locomoción; eran derechos adquiridos. Por ejemplo, nosotros cuando el sindicato tenía negociaciones colectivas, partía de un piso y de ahí pedíamos más. Por ejemplo, ropa, guantes, implementos, etc. Incluso a algunos les daban plata para estudiar. Pero cuando se impuso el Plan Laboral se terminó todo porque ahora lo que se hace es una negociación colectiva, en donde los acuerdos pueden durar 1 o 2 años y luego, se pierden, y cuando se vuelve a negociar se negocia sin el piso anterior, o sea se vuelve a 0. Eso es lo que perdió el trabajador: los derechos adquiridos, y los sigue perdiendo con esta Ley Laboral. Ah!, otra de las cosas que se perdió también fue el tarifado gráfico”.

¿En que consiste El Tarifado Nacional Gráfico?

Jorge Bustamante y Hernán Ibañez: “La imprenta estaba organizada en sindicato provincial asociado a organizaciones nacionales, entonces cada empresa negociaba y el sindicato respaldaba a la pequeña empresa y en conjunto lográbamos el tarifado regional. El año '72 logramos tarifado nacional, determinando los valores de cada sección que trabajaba en la imprenta, las gratificaciones y en general todo era producto de los pliegos de peticiones que se resumía en ese gran tarifado nacional, lo que se hacía con la concurrencia de todas las empresas de todo el país, que estaban organizadas. De ahí nace el tarifado nacional. También teníamos un carnet profesional, donde se nos respetaba que éramos profesionales en el trabajo que hacíamos, entonces teníamos que ganar lo que decía el tarifado, no cualquier cosa que nos quisieran pagar. Pero en el '79 decían que teníamos que negociar todo de nuevo y las negociaciones se hacían por empresas en orden en alfabético y nosotros éramos la A, ANDALIEN, (empresa gráfica del diario El Sur), fuimos los primeros que negociamos en Concepcion, y perdimos la negociación, perdimos el tarifado nacional, partimos de 0. Si cuando nosotros presentamos nuestra petición para negociar, nos devolvieron un escrito en donde decía que según el artículo número tanto, no corresponden las peticiones, y punto por punto, nos fueron poniendo, no se da, no se da, no se da, y así, o sea no nos daban nada, entonces teníamos que irnos a huelga y logramos con eso salvar como el 80% del tarifado nacional y siguió en algunas partes del país vigente el tarifado nacional, pero de a poco fueron despidiendo a los trabajadores y contratando a otros más jóvenes con otras condiciones”.

- ¿Cómo reciben la noticia del cambio previsional de la caja a la AFP?

Juan Polizzi y Alejandro Pozo: “A ver…hasta el '78 nosotros teníamos una previsión solidaria, es decir usted cuando entraba a trabajar, comenzaba a imponer, y con esa plata se le pagaba la pensión a la gente que jubilaba, y así sucesivamente. Así que usted jubilaba y se olvidaba del mundo, porque jubilaba para siempre y tenía una pensión por el resto de su vida. Pero hoy día, con la AFP, usted va a empezar a juntar su platita y si esta cesante 8 meses en el año lo que va a juntar es poco, entonces para lograr llegar a los 65 años con un fondo particular, cuando se jubile le va a alcanzar como para 3 o 4 meses, y después va a tener que andar viendo quién se va a hacer cargo de usted, a lo mejor el Estado con una mísera pensión asistencial.
Pero hay que recordar cómo fue esa propaganda para inscribirse en las AFP. Me acuerdo que en la TV, salía Pepe Tapia, y un tipo le decía “Gilberto cámbiate estay perdiendo plata”, y salía el tipo que se había cambiado y recibía como 10 mil pesos más que el que se había quedado en la caja, que ganaba 10 mil pesos menos que el que estaba en la AFP, me acuerdo que en el trabajo me decían “Gilberto”, pero ahora me río, porque tengo asegurada mi pensión hasta el día en que me muera. A la empresa (Huachipato), me recuerdo que llegaban unas niñas despampanantes, que promovían el cambio a las AFP, y mis compañeros quedaban deslumbrados con las niñas, y muchos se cambiaron. Pero mira, en el año '73 había más de 30 cajas en este país, con distintos beneficios para su gente, que se desfinanciaron cuando el gobierno metió la mano. Y en al año '79, según el decreto 212, decreto hecho para la nueva economía de libre mercado, se crean las AFP. Nadie pensó en ese momento que ese podría ser el principio del cambio para los trabajadores. Con el gobierno militar murieron 50 años de lucha sindical, todas las reivindicaciones que se habían logrado con tantos mártires se perdieron de un paraguazo”.

- El sindicalismo hoy.

- ¿Qué pasa con el sindicalismo hoy día?

Juan Polizzi: “Hoy por hoy los sindicatos han desaparecido casi, porque hoy día los jóvenes son individualistas y cobardes y prefieren ganar el sueldo mínimo. Los sindicatos actuales son espontáneos nacen de un problema específico y cuando se termina el problema se acabó el sindicato”.

Alejandro Pozo: “Los partidos políticos han sido el peor veneno que ha tenido la clase trabajadora en Chile, porque la gente se nos divide, todos los partidos quieren tener un espacio dentro del sindicalismo chileno, pero hay que recordar una cosa: los gobiernos de la concertación salieron gracias a la clase trabajadora, gracias al comando nacional de trabajadores, y gracias a algunas agrupaciones de colegios profesionales que se metieron junto a los trabajadores para llegar a ser gobierno, y de ahí aparecen los partidos políticos con el apoyo que tienen o tenían, pero nosotros dimos la cara, y ellos, los partidos políticos, tomaron la palabra junto con los intelectuales para decirnos que había que luchar por el NO, y en esta lucha fueron absorbiendo a los trabajadores, que lamentablemente se quedaron en esa etapa, porque se sintieron conquistados con lo que creían que era democracia, así que los políticos que están son gracias al Comando Nacional de Trabajadores, por que la pelea por la democracia la dimos los trabajadores”.

© Priscilla Helena Rocha Caamaño
Concepción, 2003.


[1] El supermercado al que se refieren es el UNIMARC, y el dueño que vino de Santiago fue Francisco Javier Errázuriz Talavera (n. 1942).